viernes, 31 de agosto de 2007

VALORES Y PROGRAMAS

Recientemente afirmaba que si no asumimos los valores evangélicos, tengamos fe o no en Jesucristo, no hay posibilidad de resolver los problemas del hombre y de la humanidad. El evangelio nos ofrece los únicos valores (criterios de vida, fines y objetivos, actitudes vitales, motivaciones profundas…) que hacen posible tan grandiosa aventura.
Pero una cosa son los valores y otra los programas de acción (políticos, económicos, sociales…). Aquellos nos los regaló ‘el Enviado de Dios’; éstos los tiene que descubrir y organizar y programar el hombre. Ni el Evangelio ni el Cristianismo ni la Iglesia poseen estos programas. Los fundamentalismos religiosos pecan por su empeño en sacarlo todo de los Libros Sagrados; la misma Iglesia erró gravemente, cuando en algún momento de la historia cedió a esta pretensión; esperamos que haya aprendido la lección para bien propio y de la humanidad. Si tomamos como alegoría la narración bíblica de la creación del hombre, son los hombres los que tiene que fabricar la estatua inerte de barro y el evangelio el que ha de infundirle el soplo de vida. Los hombres tendrán que crear los grandes y pequeños proyectos. Los hombres concibieron la ideología de la Revolución Francesa y la doctrina liberal capitalista y el marxismo…Estaban en su derecho. Pero cuántos crímenes han costado y cuánto tiempo perdido y cuánto fracaso mascado y cuántos males mezclados con los bienes que han producido. Les faltó el ‘aliento vital’; les faltaron los valores evangélicos; la Iglesia no supo estar en su sitio. Aquellas situaciones cogieron a la Iglesia descolocada y, como consecuencia, se había incapacitado por ser el alma de aquellos proyectos y los autores de éstos no querían saber nada de la Iglesia a la que consideraban parcial y enemiga.
Todo esto vale igual para los proyectos más reducidos de cada persona o de cada grupo social. Todos necesitan los valores evangélicos para hacerlos fecundos y útiles y gratificantes al máximo. La familia, la profesión, el sindicato, la empresa, las comunidades de vecinos, las ONGs…
Hoy la Iglesia, para cumplir su misión, tiene que someterse a un despojo radical y presentarse ante los hombres con el único bagaje del evangelio. Despojo de teologías, de moralismos, de cánones, de poderes de ningún tipo, de diplomacias, de compromisos políticos, de distinciones clasistas, de parcialidades, de pretensiones arbitrales y hasta de todo aparato de una religión más.
Todo el tiempo que tarde la humanidad en asumir los valores evangélicos será tiempo perdido y alargamiento agónico de sufrimientos. Ello conlleva traición e infidelidad al hombre. Traición que cometen los culpables de ello, tanto los responsables de la sociedad pertinaces en prescindir de dichos valores, como la Iglesia si se enreda en otras tareas marginales o se incapacita por otros compromisos ‘bastardos’ que matan la confianza del hombre en ella.
MATIAS CASTAÑO

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